Entradas

lunes, 11 de abril de 2016

articulo Espiritualidad 2

Cuando empiezo a trazar mi camino conscientemente y descubro cuánto de mis padres hay en mí…

Resulta cómodo entonces hacer propias afirmaciones ampliamente extendidas en muchos ámbitos: “lo he heredado” o “me lo han transmitido”… diluyendo así mi responsabilidad, en el mejor de los casos; y cargándosela a mis progenitores en el peor.

La cuestión es que la cultura no se hereda. No es algo que se inocule unidireccionalmente como un virus o un paquete de información.
Poco de esto hay realmente. Lo que las personas hacemos es envolvernos, implicarnos, involucrarnos en modos específicos de hacer, sentir, expresar, comunicar, comprender, interpretar… Es inevitable, sí, es una propiedad emergente del sistema de desarrollo humano. Es aprendizaje, del que necesita: vivencia, emulación, experimentación, repetición...

Es cierto que cuando “yo elegí culturizarme” de un modo particular no tenía muchas opciones, sólo lo que veía, con lo que me relacionaba, con el “todo” existente para mí; esto es: mis padres, familia o cuidadores…

Desde mi punto de vista si bien en aquel tierno momento de vulnerabilidad hice lo que pude hacer; resulta escabroso después responsabilizar a quién simplemente fue quién podía ser…

Crecer, madurar, ser adulto o iniciar un camino que busca mi propia evolución implica reemprender en muchos aspectos ese aprendizaje. Ahora con otra conciencia de “mí” y “mi cultura”, con discernimiento. No me es útil apelar a culpabilidades ni consideraciones irremediables…
Mi responsabilidad como adulto es filtrar, tomar elecciones, refinarme, modificarme en acuerdo a lo que descubro que YO realmente siento y pienso para lograr plasmarlo y evolucionar.

Hacerlo. Encontrar herramientas cuando no lo logro. Aprender, con todo lo que aprender es y no sólo recopilando información.
Eso es evolucionar

No hay comentarios:

Publicar un comentario

tu comentario será revisado por el autor